Bueno, amigas y amigos, vamos a comenzar el acto. En primer lugar, recordando que estamos en la Sala Ernest Lluch y que hace 25 años que Ernest Lluch fue asesinado. En ese sentido, el simbolismo que adquieren la sala, el acto y la efeméride me parece extraordinariamente importante. Ernest Lluch, además, fue un militante socialista catalán que tuvo mucha relación con la vieja militancia del POUM y que desarrolló todo el proceso de creación de la sanidad pública en España.
En primer lugar, quiero agradecer la presencia de todas vosotras y vosotros en este acto. Es importante juntarnos, unirnos, y, además, se trata esencialmente de un homenaje. No es ni una conferencia ni un debate, sino, fundamentalmente, un homenaje al Partido Obrero de Unificación Marxista: lo que significa, lo que significó dentro de la izquierda española en los años treinta y qué legado nos ha transmitido a lo largo de décadas, de tal forma que hoy, muchos años después, noventa años después, nos vuelva a convocar. Esto es un hecho que merece ser especialmente resaltado.
A lo largo del acto ha habido algunos cambios. Quiero agradecer también a los grupos parlamentarios de la izquierda a los que se invitó y que han colaborado en la organización del mismo, aunque algunas de las personas que iban a estar presentes, por diversas razones —entre otras, porque es viernes y hoy no hay sesión—, no podrán estar físicamente; pero sí han enviado algunos comunicados audiovisuales interesantes que vamos a compartir.
Vamos también a presentar un pequeño documental que ha realizado Jordi Gordon, en un trabajo que él mismo explicará y que nos ofrecerá una introducción al significado del POUM. En sede parlamentaria, quiero señalar que hay dos momentos en los cuales la relación del POUM con esta Casa tuvo una especial relevancia. El primero
Es significativa la propia presencia de Joaquín Maurín como diputado del Front d'Esquerres, la alianza que se constituyó en Cataluña para las elecciones del 16 de febrero de 1936 —Esquerra Republicana, el POUM, el PCP y el PCC—. Elegido diputado, en el corto periodo en que pudo estar aquí, porque sobrevino el golpe militar, intervino en cuatro ocasiones, y de esas cuatro intervenciones hay un discurso especialmente relevante: para aquel momento y, también, para estos.
El 16 de junio de 1936, cuando los tambores de guerra y el ruido de sables empezaban a oírse por toda la geografía española, Maurín planteó frontalmente al Gobierno de la República, al Gobierno del Frente Popular, cuatro medidas de enorme importancia. La primera, acabar con la suspensión de las garantías constitucionales que aún perduraba desde octubre de 1934 y tras el bienio negro. La segunda —y de una actualidad lacerante—, la reforma de la Administración de Justicia: la sucesión de hijos, padres, abuelos... se nota que se transmite bien. En tercer lugar, el impulso de un programa social de transformaciones ambicioso: reivindicaba la jornada de 40 horas —que siguen siendo las 40 horas en las que hoy está fijada la jornada laboral; es decir, 90 años después no hemos logrado reducirla—, el salario mínimo, empleo para los parados y el reparto de tierras. Y, en cuarto lugar, formuló una propuesta al Gobierno del Frente Popular diciéndole, simplemente: gobierne. Porque el Gobierno de Casares Quiroga no adoptaba ninguna medida ante el peligro latente y manifiesto de un golpe militar. Incluso le señaló: gobierne yendo contra el golpe que se avecina y con medidas sociales y políticas que arrinconen a los golpistas. Planteó, además, una medida de alcance general que, en el marco del parlamentarismo existente, consistía en aplicar lo que estaba haciendo el Gobierno del Frente Popular en Francia, el de Léon Blum: la nacionalización de la banca, los ferrocarriles y las industrias energéticas.
Aquel discurso del 16 de junio de 1936 marcó una perspectiva que él, desgraciadamente, con una visión política clarísima de lo que podía suceder, no pudo llevar a término: cometió el error de irse a Galicia, y el golpe le pilló allí y desapareció. Un hombre que había luchado toda su vida para preparar la revolución no estuvo presente en el momento en que la revolución se produjo. Este hecho, de trascendencia sustancial tanto para la historia del POUM como, posiblemente, para la historia del proceso de la guerra civil y de la revolución española, fue algo en lo que él, pese a tenerlo tan claro, no supo ser consecuente.
El segundo hecho al que quiero referirme en relación con el Parlamento es que el 29 de marzo de 2007 se realizó en esta misma sala un homenaje a Vilebaldo Solano. Vilebaldo Solano cumplía 90 años; era el secretario general del POUM y había sido el secretario general de la Juventud Comunista Ibérica durante el proceso revolucionario. Había pasado por todas las desventuras —más que aventuras— que sufrieron los poumistas en la guerra civil, en la posguerra, en los campos de concentración, en la resistencia francesa y en la reconstrucción de las luchas contra el franquismo. En ese homenaje, hace ya 18 años, Teresa Cunillera, del Partido de los Socialistas de Cataluña, dijo —ella, que era originaria de familia del POUM—: no sois nuestro pasado ni nuestra historia, sois nuestro presente. Y otro de quienes participaron y organizaron el acto, Gaspar Llamazares, en aquel momento coordinador general de Izquierda Unida, hizo un elogio encendido, tanto de Nin como de Maurín, afirmando que tienen un valor inconmensurable porque fueron de los pocos que supieron resistir al estalinismo, que supieron enfrentar lo que iba a ser uno de los dramas más grandes del movimiento obrero: la aparición de una corriente que negaba toda la tradición histórica del movimiento obrero español e internacional para pasar a ser un instrumento de represión.
tendencia absoluta de Moscú. El POUM, dijo Llamazares, es parte esencial de la historia de la izquierda española. Por eso también hoy estamos aquí. La tercera ponente, Laia Cañeral, de las Juventudes de Esquerra Republicana, dijo que, como joven, se reconocía absolutamente en la trayectoria de las Juventudes Comunistas Ibéricas y del POUM. Y, para concluir, Wilebaldo Solano nos transmitió una idea importante: ¿cómo podemos —también de gran actualidad— dejar que renazca en España una historia vil, asquerosa y repugnante en los medios de la derecha? Hace falta una reacción seria, decidida, serena, clara, por la libertad y por el socialismo, acabando con un “viva la unidad de la clase trabajadora”. Wilebaldo, a sus 90 años, nos transmitió la esencia de lo que había sido la lucha de décadas del Partido Obrero de Unificación Marxista.
Hoy, cuando hablamos del POUM —y venimos haciéndolo todo este año—, se han realizado importantes actividades en Barcelona y en Madrid; tuvimos un acto no hace mucho tiempo, el 15 de septiembre, en el Ateneo de Madrid. Uno de los historiadores que estuvo presente se preguntó cuál era el legado del POUM; dijo que aquello hoy no lo sostiene nadie, que no hay una organización que lo defienda más allá de la fundación, que no es un partido político. Y yo creo que este compañero, un estupendo compañero historiador, sin embargo, se equivocaba en una cosa. El legado del POUM no es un legado orgánico, por decirlo de alguna forma, pero es un legado potentísimo a la hora de señalar cuáles son los elementos cruciales de la historia de nuestro país que no han sido resueltos en más de noventa años. Y nos daremos cuenta de cómo aquellas cuestiones que señalaban Nin, Maurín y todos los dirigentes tienen una pervivencia, desgraciadamente, muy llamativa.
Maurín, que defendía una estrategia democrático-socialista, planteaba una cuestión muy sintética de la historia de España. En España hubo tres oportunidades de que este país fuese un país democrático, con justicia social y avanzado, un país que marchase hacia el socialismo: en 1823, con el Trienio Liberal; en 1868, con la Gloriosa; y en 1931, con la República. En las dos primeras ocasiones la burguesía fue incapaz de hacer esa revolución democrática que abordase los grandes temas del atraso español. Y en el 31 la responsabilidad fue de la clase obrera y de sus organizaciones, que eran las dominantes para hacer el cambio revolucionario social.
Es importante repasar de qué nos estaban hablando los dirigentes del POUM. Nos estaban hablando del régimen, y el régimen es la monarquía; y hoy seguimos hablando de la monarquía. Ahora, a los cincuenta años, es decir, en todo este tiempo no se ha sido capaz de dotarnos de una estructura democrática profunda como podría ser una estructura republicana. En segundo lugar, el poder de la Iglesia. No se da en las mismas formas, pero se sigue dando. Un país que es incapaz de romper un Concordato que muchos consideramos lesivo para los intereses de la mayoría de la población. El conflicto de las nacionalidades. No hace falta abundar mucho en que el conflicto catalán, vasco y gallego es algo presente en nuestra vida política. Lo hemos vivido intensamente en los últimos años. La cuestión social, evidentemente, motor de decenas y decenas de movilizaciones de trabajadores y trabajadoras. Temas que han cambiado, diferentes, como el agro, el problema de las tierras, pero, sin embargo, ahora tenemos el problema de la España vaciada. O sea, es un problema que no hemos resuelto, de alguna forma vinculado a otros temas. El tema del ejército, que puede ser visto de forma diferente, pero ahí anida una serie de elementos que tampoco nosotros controlamos.
Es evidente que hay realidades nuevas, totalmente nuevas. Uno, la situación del cambio climático y la destrucción del planeta. En aquellos momentos no estaba puesta sobre la mesa. Otro estaba puesto embrionariamente, sin ver la potencialidad que iba a alcanzar a corto plazo, como es el tema de la lucha de la mujer, a pesar de la inmensa actividad que se realizó en aquellos años.
por Mujeres Libres, pero también por el Secretariado Femenino del POUM. Fue capaz de editar un periódico, Emancipación, y contó con grandes dirigentes feministas del POUM, como Pilar Santiago, María Teresa García Banús, Emma Roca, etcétera. Es decir, en los ámbitos de trabajo donde se plantean las encrucijadas históricas de nuestro país, el POUM y su dirección, con mucha clarividencia, visión de la situación y conocimiento de su país —elementos que, posiblemente, la izquierda posteriormente no hemos sabido cultivar con la suficiente profundidad—, supieron plantear que ahí se libraban las batallas por un país diferente: un país democrático, un país socialista.
Quiero concluir con una cuestión también vinculada a este Parlamento. Un compañero de la Fundación Andreu Nin de Cataluña, que fue diputado de este Parlamento hace cuatro o cinco legislaturas, Ernest Benito, además natural del Vendrell, el pueblo de Andreu Nin, donde ha desarrollado en los últimos veinte años numerosas actividades para el estudio y la difusión de la figura de Nin, es autor de una bonita historia gráfica, Andreu Nin para niños, que tuvo gran éxito de difusión. Ayer Ernest Benito publicó en Facebook un comentario extenso, realmente hermoso: “El POUM representa mucho más que un partido que existió activo y en condiciones plenas solamente durante tres años. Es una historia de resistencia, de ideales —algunos perdidos—, pero también de lecciones que hoy todavía son de utilidad para cualquiera que quiera transformar la sociedad en la que vivimos.” Muchas gracias.
A continuación, Jordi Gordon va a presentar el documental que vamos a ver ahora. Hola, buenas tardes. Esta es una versión abreviada y, en parte, precipitada de un documental que hicimos hace unos cuantos años, cuando Pelai y yo éramos más jóvenes. A Pelai lo verán en la pantalla, bastante más joven, transmitiéndonos su conocimiento sobre el POUM. Enrique se ha referido a muchas cosas; yo quisiera subrayar una. El documental empieza con una frase de María Teresa Carbonell que dice que reivindicar el POUM no solo es una denuncia, sino un acto de justicia. Yo creo que lo es y debe serlo.
El año que viene se cumplirán noventa años del golpe militar y todavía estamos reivindicando verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. La historia del POUM es, en muchos casos, equivalente a la de las víctimas del franquismo: víctimas del franquismo, víctimas del estalinismo, y que anticipó todo lo que fue el siglo XX, el desastre del estalinismo, del nazismo y del fascismo.
El hilo conductor es Wilebaldo Solano —que tampoco está ya entre nosotros— y María Teresa —que tampoco está—; en fin, casi ninguno de ellos nos acompaña ya. Pero se refleja ahí, en primera persona prácticamente por Wilebaldo, el entusiasmo por la República, la ilusión y la esperanza por la revolución que se inicia con la derrota del golpe de Estado en Cataluña; los sucesos de mayo, cuando empieza la represión, la persecución, la ignominia y la vergüenza del proceso contra el POUM; la incapacidad del Gobierno de la República —al menos de quienes no apoyaban esa represión— para impedirla; y, finalmente, la tragedia que supuso el asesinato de Nin y el hecho de que ni siquiera sepamos cuántos militantes del POUM fueron asesinados en aquellos momentos.
Y luego, el destino de los militantes del POUM: sufrir la represión franquista en España, la lucha contra el nazismo también en Francia y en Europa, y seguir padeciendo la persecución por parte del estalinismo. Creo que todo eso está contado ahí, con el apoyo del conocimiento que aporta Pelai. Y lo importante es tomar conciencia de esa tragedia y de la necesidad de reivindicar el legado del POUM que, como decía Enrique, debería ser un legado del conjunto de la izquierda española por su carácter reivindicativo, por su carácter democrático y por sus aspiraciones de transformación, y que debería contar con su reconocimiento.
De ser garantía para que no se repitieran ese tipo de crímenes que se cometieron contra quienes se oponían al estalinismo. María Teresa, al documentar, recuerda algo que considero relevante: todo esto se hizo en nombre del socialismo y de la revolución rusa. Creo que ello nos invita a reflexionar y a recordar esa tragedia tan brutal que sufrió nuestro país.
Tuve la suerte, cuando era chico, de asistir por casualidad —no lo sabía— a la proclamación de la República por Companys. Barcelona, el 14 de abril, en la Rambla: la gente estaba feliz, desfilaba, se abrazaba; la fiesta duraba. España cambiaba, y yo empecé a imaginar aquel entusiasmo. Propuse crear una asociación de estudiantes de bachillerato, y la creamos; después se transformó en la Asociación de Estudiantes Revolucionarios, con gente de todas las organizaciones de izquierda. Simpatizamos enseguida con el Bloque Obrero y Campesino; comencé a leer La Batalla y, un día, escribí mi primer artículo en La Batalla solicitando los derechos políticos a los 18 años, y entré en su redacción. Debía de tener 18 años, algo así. Entonces me relacioné mucho con la gente del comité y establecí contacto con ellos. El POUM, tercera fuerza política dentro del movimiento obrero —después del Partido Socialista Obrero Español y del Partido Comunista—, era en Cataluña indudablemente el primer partido político obrero. Quería ser el partido de la revolución, el que dirigiese el proceso revolucionario, pero sin prescindir —y esto era importante— de ninguna fuerza política o sindical dispuesta a emprender ese camino. Las elecciones de febrero de 1936 se plantearon como el ser o no ser de la República.
… de Cataluña, con compañeros que habían sido detenidos por su actuación el 6 de octubre de 1934; un conjunto de presos acabó saliendo, pero con una lentitud desesperante. La reforma agraria se volvió a poner en marcha, también con una lentitud absolutamente desesperante. Estalló una conflictividad social prácticamente en toda España a propósito de la crisis del sistema capitalista. Todo apuntaba a un golpe de Estado; la prensa de derechas lo incitaba. Es conocido que el Gobierno no hizo absolutamente nada para frenar el proceso y la conspiración, que culminó con la insurrección del Ejército de África.
El día del golpe llegué a la Universidad; había armas y estuve en los combates de la Plaza de la Universidad. La situación era completamente nueva. Se requisaron los tranvías y los taxis eran gratuitos. La Rambla ofrecía un espectáculo fantástico. Entonces, para subrayar la trascendencia de lo que ocurría, me dijeron: “¿Te das cuenta de la importancia de esto? En Rusia, ¿sabes lo que se tardó en tomar el poder? Lo que se ha hecho aquí es enorme.” Se creó el Comité de Milicias y el Gobierno Civil, que pasaron a ejercer el poder efectivo en Cataluña.
Mis padres, ambos, eran del POUM. Cuando estalló la revolución yo tenía diez años y lo viví de cerca. Mi padre trabajaba en la fábrica Sangrá, en la Riera Blanca, donde se organizó una escuela para los obreros de la fábrica.
El POUM tuvo un papel de primer orden en el impulso de este proceso revolucionario. Participó en el Comité Central de Milicias Antifascistas y en el Consejo de Economía de Cataluña. Andreu Nin fue el primer representante del POUM en este Consejo de Economía y fue responsable de elaborar el denominado Programa de Transición al Socialismo. En el plano económico se promulgó el Decreto de Control Obrero y de Colectivizaciones. Sin ninguna duda, el proceso revolucionario alcanzó cotas nunca vistas en ninguna otra revolución del siglo XX. La revolución demostró que cambiar la sociedad era posible: se construyó realmente una sociedad nueva, aunque duró poco, truncada por el estalinismo; lo cual demuestra que es posible hacerlo.
En julio, agosto, septiembre y octubre organizamos las milicias. Estuvimos en todos los comités junto con el Partido Comunista y luchamos juntos en el Frente de Aragón. En el Estado, la Generalitat creó un sistema judicial propio. Estuvimos juntos también en el Gobierno. No había más problema que la lucha contra Franco y el apoyo exterior que buscábamos para que esa lucha fuera más rápida y eficaz.
Tercera Brigada Mixta, en primera línea de fuego. Entramos en la lucha en las filas del POUM. Y hubo episodios muy concretos: uno de los nuestros se encontró con Pasionaria, que le dijo que necesitaban camiones para ir a buscar dinamita y no tenían.
Bueno, si es para buscar dinamita, de acuerdo. Entonces Hipólito le dice: “Pero mira, compañera Pasionaria, debo decirte que somos trotskistas”. Y ella le contestó: “No tiene ninguna importancia, estamos todos en la misma lucha”. Nadie preguntaba, nadie, qué ideología tenía cada cual. Se cantaba La Internacional y se cantaban los himnos anarquistas; se cantaba de todo.
Llegaron generales rusos muy pronto. El primero que llegó fue Orlov, y es muy significativo: los técnicos militares que vinieron pertenecían a los servicios secretos. Pero todavía no habían tomado la decisión; no habían decidido que España sería una provincia de la URSS, que es lo que luego pretendieron. Y quisieron hacer en España lo mismo que hacían en la URSS.
El drama del POUM se inserta en lo que pasaba en Rusia. Todo el país, desde los niños hasta los viejos, esperaba y exigía una sola cosa: que matáramos a los que nos traicionaban y a los espías que habían vendido la patria. Se publicó un artículo denunciando que en Moscú se estaba asesinando a dirigentes de la Revolución rusa, algo que no podíamos admitir, y que el pueblo español estaba en contra. Entonces vino el ataque de Moscú; comenzó la campaña contra el POUM. Como ya tenían aquí un servicio secreto importante, la GPU, y un servicio militar también de espionaje, esos servicios organizaron todo lo que vino después.
Ya en octubre del 36 y en noviembre se evitó que el POUM estuviera presente en la Junta de Defensa de Madrid y, en diciembre, por intervención directa del Consulado soviético en Barcelona, encabezado por Antonov-Ovseenko, se consiguió expulsar al POUM del Gobierno de la Generalitat.
Las Jornadas de Mayo fueron fruto de una provocación que desembocó en choques armados. La llevó a cabo el comisario en jefe de la Generalitat, un comunista, cuando intentó ocupar el local de la Telefónica de Barcelona, que estaba bajo el control de un comité obrero. Se encontró con la oposición armada de los trabajadores de la Telefónica y enseguida Barcelona se cubrió de barricadas. Aunque, sobre el papel, tras tres días de combates callejeros, se hablara de que no hubo vencedores ni vencidos, en la práctica no fue así. Solo unos días después de los acontecimientos de Barcelona, el Partido Comunista presentó ya al POUM como responsable, como culpable. Y enseguida se elaboraron supuestas pruebas inculpatorias según las cuales el POUM, en realidad, era una organización de espionaje que formaba parte del fascismo internacional.
A Negrín le pidieron enseguida que se suspendiera la batalla, que se detuviera a la gente; es decir, había una situación muy ambigua y una cobardía muy grande. A partir de pruebas completamente falsificadas, el Gobierno de Negrín dio la orden de suspender al POUM. En primera instancia se encarceló a sus dirigentes: prácticamente en un par de días toda la dirección fue detenida y expulsada de las instituciones. No creíamos que habría tal brutalidad, y sobre todo que la GPU actuara directamente y todo lo que ocurrió. A partir de ello, fuimos a ver inmediatamente a Companys.
El compañero se escandalizaba porque unas detenciones, que se podían anular y que provocaron un escándalo en la prensa, dieron pie a atacar a compañeros. Defendía a los trotskistas. Se presentó el problema más dramático: había que salvar a los heridos que estaban en el frente de Aragón, a Mika Etchebéhère y a quienes combatían en Extremadura, en Andalucía y en otros sitios que eran militantes del POUM. Fuimos a ver a Largo Caballero, a los socialistas y, sobre todo, a la CNT, y organizamos el traspaso de nuestros militantes a otras divisiones. Esa es otra de las cosas tremendas del estalinismo.
El general Berzín, uno de los más célebres, presentó un informe sosteniendo que lo esencial era la unidad de todos en la lucha contra Franco. Stalin cogió el papel y, al cabo de ocho días, fusilaron a Berzín. Yo pasé ocho meses en la clandestinidad: defendimos el Partido, mantuvimos una prensa clandestina, mantuvimos relación con la CNT y, sobre todo, salvamos de la muerte a muchos compañeros. Hubo un momento en que, dentro del PSUC, mientras su prensa nos atacaba, sus militantes nos defendían. No se puede pedir más. Y, naturalmente, nos defendía la gente de la CNT y por eso pudimos resistir y hacer la guerra.
Fue el momento más difícil, con mis detenciones y demás. Después nos llevaron a Déu i Mata, al convento-prisión, donde ya había compañeros. Allí nos reunimos en la cárcel con Gorkin, Andrade y demás compañeros. En el extranjero hubo una campaña internacional de defensa nuestra muy importante. Mauriac, por ejemplo, que era un gran novelista, nos defendió tanto como Sartre o Camus.
El primer abogado defensor, Jesús Pavón, tuvo que abandonar la defensa de los militantes del POUM y marcharse al exilio porque fue sometido a una campaña sistemática en la que le amenazaban de muerte. Finalmente, las pruebas que pretendidamente presentó el fiscal para intentar demostrar esas complicidades fascistas fueron consideradas burdas falsificaciones, y a los militantes del POUM no se les pudo acusar de los delitos que sostenía el Partido Comunista.
El proceso fue sensacional. Hubo discursos brillantes de Andrade, de Gorkin, de todos los compañeros. La sentencia no gustó a los delegados de la Internacional en España. Hubo múltiples informes que se enviaron a la Unión Soviética acusando al presidente del tribunal de connivencia con los acusados. Dejaron clara la honorabilidad de los dirigentes del POUM, pero, por otra parte, los tenían que condenar, y el pretexto fue su participación en los hechos de mayo de 1937. Los estalinistas ocultaron la sentencia; no la publicaron. Un caso único, claro: una sentencia que contradecía toda la campaña que el Partido Comunista llevaba más de un año desarrollando. Creíamos que iba a haber una reacción muy grande a nuestro favor, que íbamos a salir de la cárcel y que iban a anular el proceso.