Senado Desafíos del Futuro, Ciencia, Tecnología e Innovación

Senado - Desafíos del Futuro, Ciencia, Tecnología e Innovación - 24 de marzo de 2025

24 de marzo de 2025
18:30
Duración: 3h 41m

Contexto de la sesión

1.- Recibir al Doctor del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso, señor John Ewer, para abordar los efectos biológicos del cambio de huso horario. 2.- Otras materias de su competencia.

Vista pública limitada

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En nombre de Dios y la patria se abre la sesión. ¿Secretario, hay cuenta? No hay cuenta, señor presidente. Bueno, muy buenas tardes. La Comisión de Futuro de Ciencia, Tecnología e Innovación ha sido convocada especialmente esta tarde para recibir al doctor del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso, don John Ewer, para abordar los efectos biológicos del cambio de huso horario. Un tema que se ha discutido muchas veces en el país y que, además, ha tenido un tránsito bien especial: de haber sido algo que se estableció por decreto, luego se convirtió en ley y después volvió a ser decreto; cosa que no habíamos visto nunca, y que cada día se discute más en relación a los beneficios o perjuicios que suponen, precisamente para la biología, las modificaciones en el huso horario. Sin más, quiero ofrecer la palabra a don John. Preste el botón rojo, por favor. Bueno, muchas gracias por la invitación y la oportunidad de hablar de nuevo con ustedes. Creo que ustedes, yo y muchas personas esperamos que no nos veamos nunca más y que logremos resolver este asunto. Les voy a compartir una presentación que fue la que recibieron y que tiene que ver con este tema. Dando un poco de contexto, ¿por qué preocuparse del horario? Como se ha mencionado, este tema ha salido en discusión muchas veces y se han hecho muchos cambios sin fundamentos biológicos ni energéticos. Lo que está claro es que hoy no existe ahorro energético asociado a ningún sistema horario. Esto se sabe en el mundo y, en particular, en Chile hicimos ese experimento cuando Máximo Pacheco mantuvo el horario de verano permanente. El otro factor afectado por los horarios es nuestra salud y nuestro desempeño. Todos sabemos que si nos levantamos tres horas más temprano de lo habitual, no funcionamos tan bien, y eso tiene un impacto negativo en nuestro rendimiento; si esto se prolonga en el tiempo, también repercute en nuestra salud. Quiero recalcar que existe una manera racional de elegir un horario, y espero que esa alternativa se adopte cuanto antes. Las bases de los horarios se remontan a que nosotros somos una especie diurna. Todos sabemos que funcionamos mejor en el día que en la noche; es una característica inherente a la especie humana que no podemos cambiar. Existen especies diurnas, como nosotros, y especies nocturnas, como los roedores. Aunque dentro de los humanos hay variaciones —algunos somos más matutinos y otros más vespertinos—, en general somos diurnos. Esto determina que estemos alerta durante el día, lo que repercute en nuestra fisiología, pues dormimos en la noche y hay secreción de hormonas en distintos momentos de ese periodo, proceso igualmente regulado por estos ritmos. Se podría preguntar: ¿de dónde proviene la imposibilidad de funcionar en la noche? Esto se remonta al origen de la vida en este planeta, que siempre ha estado sometida a alternancias diarias, regulares y predecibles de luz y oscuridad. Se estima que la Tierra tiene alrededor de 4.500 millones de años, y que la vida apareció poco después, siendo que, de manera proporcional, hace aproximadamente 500 millones de años los animales y las plantas comenzaron a convivir con estas oscilaciones diarias predecibles. Dicho fenómeno se ha internalizado en mecanismos internos denominados relojes circadianos o relojes biológicos. Estos relojes endógenos mantienen una periodicidad diaria de manera autónoma. Si cerramos las ventanas y oscurecemos la sala, todos nos despertaríamos y dormiríamos más o menos a la misma hora a lo largo de nuestros días, sin requerir estimulación externa. La función de la luz del sol es señalar el inicio del día. Por ejemplo, si mañana viajan a Tokio, se despertarán a la hora de Santiago el día siguiente, pero tras 10 o 14 días, su reloj interno se ajustará a la hora local de Tokio. En esencia, el sol encarrila nuestro reloj, el cual funcionará en cualquier parte del mundo durante toda la vida, siendo su única función la de determinar el comienzo del día.
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¿Cuándo empieza el día? Y estos relojes impactan toda nuestra fisiología, nuestra conducta y nuestro desempeño. Uno podría pensar que no se le presta atención al sol, pero esa es la raíz del problema. Tenemos todas estas luces artificiales: celulares, televisión, etc., y se llegaría a pensar que la luz del sol carece de importancia. Sin embargo, al examinar la situación a nivel poblacional, se observa que se le presta atención al sol casi como a un reloj suizo. Mire, si uno calcula: una hora en el globo equivale a 15 grados, lo que significa que cada grado representa cuatro minutos. Si me desplazo un grado hacia el oeste —aproximadamente 100 kilómetros, similar a la distancia entre aquí y Valparaíso—, el sol se demora cuatro minutos en cubrir esa diferencia. Por ello, en Valparaíso el sol llega cuatro minutos más tarde que en Santiago. Asimismo, estudios poblacionales muestran que las personas que se despiertan sin despertador lo hacen aproximadamente cuatro minutos más tarde por cada grado que se desplaza al oeste. Es una precisión increíble que resulta poco intuitiva. Esta diferencia se debe a que la luz del sol es la fuente más intensa a la que estamos expuestos. Recientemente, realicé un experimento con un aparato que mide la intensidad lumínica. En el interior se registraron alrededor de 400 lux, mientras que en la sala de Presidencia —donde se encuentra el presidente— se alcanzan los 600 lux, ya que es un espacio más iluminado. Afuera, no se miden 4.000 lux, sino 66.000 en ese preciso momento; es decir, estamos hablando de una intensidad 100 veces mayor. Eso significa que, de todas las fuentes de luz, el sol domina, nos guste o no. Como somos animales diurnos, nos despertamos en función de la hora en la que se levanta el sol, no de manera exacta, sino en sintonía con él. Si mañana el sol se levanta tres horas más tarde o, por ejemplo, nos trasladamos hacia el oeste (incorporando husos horarios distintos), en tres días nos despiertamos tres horas más tarde. Este comportamiento se refleja en los gráficos: se muestran días sucesivos junto con las horas, donde las barras negras indican el sueño en un día laboral y las barras grises, el sueño en un día libre. Observe que, en un día laboral, el sol se levanta aproximadamente a la misma hora en que la persona debe despertarse para trabajar, asistir al colegio o a la universidad. De igual manera, en un día libre, cuando no se utiliza despertador, la persona se despierta casi a la misma hora, lo que indica que ha dormido todo lo que necesitamá su organismo. En cambio, si el sol se levanta más tarde —como es la situación en Chile en estos tiempos—, en un día de trabajo suena el despertador a la hora preestablecida, mientras que en un día libre el cuerpo se despierta de manera natural un poco más tarde, generándose así una “deuda de sueño”, conocida como jet lag social. Esta situación se origina en el uso de relojes que imponen un horario fijo. Este estudio, adaptado de Foster (2013) —según las referencias que aparecen al final del documento—, se presenta de forma didáctica, y permite evidenciar que el déficit de sueño puede variar según la diferencia entre la hora en que se levanta el sol y la hora establecida para despertar, impactando de forma significativa nuestro desempeño.
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Problemas emocionales y problemas cognitivos. Y eso, todos lo sabemos, ¿cierto? Estamos más cansados, más irritables, nos cuesta concentrarnos y nuestra atención se reduce. Además, esto repercute en nuestra salud, ya que algunas de estas alteraciones pueden acarrear consecuencias crónicas irreversibles. Cuando la situación es extrema, como en el caso de las personas que trabajan en turno nocturno, se desarrolla lo que se conoce como síndrome metabólico, que abarca enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión y, en ocasiones, depresión, junto con un aumento en el riesgo de cáncer. Tanto es así que el trabajo nocturno ha sido clasificado como posible cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud. En nuestras rutinas diarias, solemos acumular un déficit de sueño de dos o tres horas. Si bien esto puede parecer leve, cuando se convierte en algo crónico, afecta tanto nuestro desempeño como nuestra salud. A mayor jet lag social, mayor es la desincronización en nuestro organismo. ¿Qué factores inciden en este jet lag social? En primer lugar, el horario que elegimos determina la hora en que amanece; cuanto más tarde se levanta el sol en relación con la hora en que tenemos que despertar, se genera un déficit de sueño. El problema con el cambio de hora no es el que se avecina, sino el de la primavera, en el que se adelanta el horario. Por ejemplo, si hoy debemos levantarnos a las 7, el lunes siguiente al cambio serán las 8, lo que nos obliga a despertar de forma anticipada y provoca problemas de atención, mayor riesgo de accidentes y un incremento agudo en el número de infartos de corazón. Varias revisiones, aunque no numéricamente exactas, coinciden en que se produce un aumento significativo de infartos el martes después del cambio de hora, efecto que no se observa en el cambio de otoño, cuando se regala una hora de sueño y se reduce el déficit. Otro factor que interviene es el huso horario. Este determina a qué hora se levanta el sol con relación a nuestro reloj. En Chile, por ejemplo, tenemos una situación particular debido a nuestra posición geográfica. Actualmente, el huso horario chileno coincide con el de Brasil. Si uno se traslada a Brasil, verá que, aunque los relojes marquen la misma hora, el sol sale dos horas antes, lo que obliga a despertarse mucho más temprano y genera molestia, especialmente tras unas vacaciones. Finalmente, es relevante considerar que el momento en que nuestro cuerpo se despierta varía con la edad. En resumen, la recomendación principal es eliminar el cambio de hora en primavera, ya que este genera un desfase que se traduce en problemas de atención, accidentes, incremento de infartos y, en definitiva, en consecuencias negativas tanto para la salud individual como para los costos que afronta el Estado.
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Esto causa este salto que es malo para la salud, ¿cierto? Pero después hay un efecto más crónico que tiene que ver con el horario que elegimos, y esa es la situación de Chile con respecto a Perú, que es el horario que nos corresponde. Entonces, la recomendación es elegir un horario que al menos se parezca más al que nos corresponde. La próxima semana, después del cambio de hora, vamos a estar en el horario de Bolivia. Igual, no es el perfecto, pero… yo les prometo que si adoptamos el horario de Bolivia permanente, yo no molesto nunca más. Se los prometo, se los firmo. Y el otro factor importante es que el momento en que nos despierta nuestro cuerpo varía con la edad. Todos sabemos que los adolescentes se despiertan tarde y siempre le echamos la culpa a que son jóvenes, que son carreteros, que se quedan hasta tarde. En parte puede ser cierto, pero también es una cuestión de biología: naturalmente, por su edad se duermen tarde y, por lo tanto, se despiertan tarde. En teoría, ellos tienen que dormir más que los adultos, pero terminan durmiendo mucho menos, ¿cierto? Porque se acuestan tarde y el despertador para ir al colegio suena temprano, quedando con un déficit gigante de sueño. Esto es aún peor cuando el sol se levanta tarde, pues están dormidos por muchas más horas antes de ir al colegio. Esa diferencia, que puede ser de como dos horas, es considerable. Entonces, en la actualidad, los niños seguramente no se despiertan biológicamente hasta como las 11 del mediodía, lo que afecta su aprendizaje. Y nosotros, que somos el futuro de Chile, queremos que aprendan mucho, pero estamos amarrándoles los pies y no pueden aprender todo lo que quisieran. La situación de un adolescente es aún peor, pues incluso en condiciones ideales, ellos sufren un jet lag social. ¿Cuál es, entonces, la recomendación general que hago? Es eliminar el cambio de hora, lo que está relacionado con el cambio de la primavera; pase lo que pase, hay que eliminar los cambios de hora. ¿Y cuál horario elegimos? Elegimos aquel en que el sol se levanta temprano. Ahora, yo sé que se va a abrir la discusión sobre que a los adultos nos gusta la luz en la tarde, y eso lo acepto, pero esa es una decisión basada en nuestras preferencias y no en lo que es mejor para nosotros. La salud nos dice: "no le eches sal a la comida", ¿cierto? Quisiéramos echarle más, pero no lo hacemos por salud; es algo similar. Ahora, en el impreso me equivoqué: puse aquí 2019 y pensé, ¿por qué hice 2019? Porque saqué esta diapositiva de una presentación que realicé aquí mismo en 2019. No me digan nada, ha pasado un tiempo, pero está destacado ahí para corregir el error. Entonces, mi recomendación es aprovechar este espacio entre el cambio de horario del otoño que viene y el cambio de la primavera para hacer algo bien hecho. Tenemos tiempo, y la hora va a cambiar al horario preferible: no el ideal, pero el preferible. Así, en el otoño cambiamos al horario de Bolivia –al que llamamos horario de invierno– y, en primavera, no revertimos el cambio, quedándonos con ese horario. Podemos medir ausentismo y desempeño, sobre todo en adolescentes, porque eso es lo que hay que evaluar, no las preferencias que los adultos me van a arrojar por todos lados. Y después, algún día, soñar no cuesta nada: podríamos corrernos una hora más al horario de Perú. El objetivo de todo este ejercicio de elección de horario es reducir nuestro jet lag social. Quiero recalcar un par de cosas, ya que se realizan consultas ciudadanas. Se hizo una en Magallanes y ahora se acaba de hacer otra en Aysén. Este no es un tema que se debería consultar, y no es porque esté atentando contra la democracia, sino porque la elección se basa en la preferencia. En general, se le pregunta a los adultos, pero ellos son los menos impactados por este asunto, ya que nos despertamos naturalmente temprano. Son los adolescentes los que hay que considerar, y ellos, en general, no son encuestados. Hay muchos estudios –aunque no recuerdo el grupo exacto que consultaron, mencionan menores de 40 años– y en ese grupo caben muchas personas.
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